viernes, 17 de enero de 2014

LA ZONIFICACIÓN DEL VIÑEDO ESPAÑOL

¿UNA QUIMERA O SÓLO CUESTIÓN DE TIEMPO?



                Zonificación. Detrás de esta palabra se esconde el sueño de muchos viticultores y amantes del vino: Clasificar el viñedo por zonas concretas, pagos, crus, parcelas o fincas, otorgando distintas puntuaciones o categorías al viñedo en sí, atendiendo a sus características diferenciales, yendo mucho más allá del concepto “geográfico” Denominación de Origen o Subzona.

                Este sistema se lleva a cabo en las más prestigiosas zonas vinícolas de Francia desde hace más de un siglo (Burdeos, Borgoña, Champagne) y no les ha ido precisamente mal. Puede ser una clasificación algo liosa para el consumidor no instruido, pero ayuda a que el viticultor se esmere en obtener y mantener su categoría, enriqueciendo a la larga el vino y su cultura.


                Trasladar el fenómeno al panorama vinícola español, según grandes expertos (y un humilde servidor) es poco menos que imposible, al menos en el contexto actual, porque erróneamente se puede interpretar como un intento de dinamitar la labor englobadora y protectora de las denominaciones de origen actuales, cuyo esfuerzo de años ha sido dar a conocer una marca territorial y colocarla en el panorama nacional o mundial precisamente como un todo.


                Díganle ahora a un bodeguero de Cenicero o de Roa que exporte su vino con otra nomenclatura en la que no aparezca la palabra Rioja o Ribera de Duero. Si la calidad y tradición se lo permiten, podría arriesgarse a empezar de cero, pero al 90% de los productores les daría una taquicardia con sólo pensarlo. Por desgracia hay mucha falta de calidad, franqueza y tipicidad agazapada detrás de una contraetiqueta, y caso de que el concepto prosperase, se verían desnudos frente al mercado y relegados a una pérdida de categoría que quizá en justicia nunca debieron tener.


                Si que es cierto que la diseminación del viñedo español es un hecho y sirva como muestra el aumento del número de D.D.O.O. que aparecen cada año, a lo que hay que sumar la tendencia al abandono de las mismas por parte de bodegueros que no quieren ver su obra condicionada a golpe de boletín oficial. Es un comienzo, pero de ahí a que ocurra lo que postulan los defensores de la zonificación, va un trecho demasiado largo.


                Para acabar de una forma desenfadada, debo reconocer que la palabra zonificación será etimológica y semánticamente correcta, pero me parece poco afortunada a la hora de divulgar el concepto: Por un lado la veo demasiado técnica (al profano todo lo técnico en el vino le suena a polvos y a química) y por otro se parece mucho a otra. Ya me veo algún artículo escrito  a golpe de corrector ortográfico con el sugerente título: “La zombificación del viñedo riojano se extiende a otras provincias”.





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